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El liderazgo político en tiempos de COVID-19

Con la aparición del COVID-19 el mundo cambió. En los últimos 180 días, al observar el manejo que gobiernos de diversos países han tenido para enfrentar la pandemia, encontramos una amplia gama de respuestas. El primer ejemplo es Estados Unidos -considerado, todavía, entre los países con liderazgo global- se ha convertido en un desastre local, por la dificultad que enfrenta en su sistema de salud, el desempleo que ha generado el distanciamiento social, el racismo que parece más vivo que nunca en diversas ciudades y estados golpeados por la pandemia y los ánimos exacerbados de muchos sectores de la sociedad y todo en el contexto de un proceso electoral harto complicado.

Otro ejemplo es China que, antes del inicio de la pandemia, parecía anunciar su llegada al liderazgo económico mundial. En este país tuvo su origen el virus. El manejo de los primeros datos que el mundo conoció era fatal por su imprecisión y su aparente intención de ocultar la realidad de un mal sin precedentes. Al paso de los meses China se convirtió en un aliado de muchos países. Como proveedor del sector salud (con suministros y especialistas) ha llegado a ser visto como gran héroe mundial.

Hoy tenemos presente que las herramientas de planeación, que se usaban hasta antes de la pandemia, conocidas por los especialistas en teoría de escenarios como VUCA, (por sus siglas en inglés de volátil, incierta, compleja y ambigua), han quedado rebasadas. Esta pandemia ha transformado este enfoque para dar paso a un instrumento que se llamaría VIICAS -es decir volátil, incierta, inmediata, compleja, acelerada y simultánea- y que se constituye en una de las muchas enseñanzas que nos ha dejado esta crítica situación.

En nuestro país -al margen de los que aprueban o desaprueban el gobierno de Andrés Manuel LópezObrador- según el encuestador Mitofsky, destaca el hecho de que cada vez más personas tienen temor a ser infectadas, casi 83%; más aún, quienes tienen temor a morir por COVID-19 son casi el69 %; adicionalmente, cada día hay más personas que tienen a un conocido que se ha contagiado o ha muerto, 80 % y 60% de los encuestados, respectivamente. En otras palabras, hoy podemos afirmar que la actitud de la población frente a la pandemia es de temor. Independientemente de su preferencia partidista, una gran mayoría tiene miedo.

Respecto al liderazgo político requerido para hacer frente a esta situación, el mundo ha sido testigo del desempeño de los diversos líderes, bien sean mundiales o de los estados sub nacionales. Han aflorado las características de los liderazgos y, por ende, son percibidos con mayor o menor capacidad personal para subir su aceptación frente a sus gobernados, de esta manera hoy podemos tener varias conclusiones.

Por ejemplo, María José Canel (Doctora en Comunicación de la Universidad de Navarra) considera que los ciudadanos españoles valoran que su presidente no ha politizado la situación; les gusta que no se aprovecha de la pandemia para enviar mensajes político-partidistas. Un segundo factor, agrega Canel, es que el ciudadano quiere ver a su líder, que está al mando y por eso tiene que hacerse visible. Un tercer factor es la competencia profesional, los ciudadanos aprecian los líderes serios, con capacidad de intervenir cuando sean requeridos, que sean previsores y pro activos. Un cuarto factores el de la personalidad destacando la integridad, el hacer y decir con coherencia en sus mensajes.

De lo anterior, destaca el hecho de la reputación que antecede a cada líder. Si ya tenían credibilidad en sus mensajes, en la crisis les fue más fácil generar empatía con sus gobernados y encontraron un círculo virtuoso de la colaboración. Generaron gobernanza comunicativa, que se incrementó en las redes sociales, que desplegó diferentes acciones y construyó historias en diferentes contextos. Esto ayudó a muchas más personas a sortear la crisis personal y social que estaban enfrentando.

El liderazgo político quedó a la vista de todos cuando los ciudadanos encontraron los valores personales que conectaron con ellos y generaron empatía frente al dolor de muchas familias, que les transmite confianza, con un mensaje de que “todo irá bien, esto también pasará”.

Los ciudadanos también han sabido apreciar cuando su líder político, para enfrentar la situación de dificultad que vive, es capaz de acercarse a sus adversarios, a los opositores y alcanzar consensos, en búsqueda de apoyos conjuntos. Para los enfermos y sus familias, el liderazgo político se manifiesta cuando una persona consigue de ir más allá de sólo informar y se convierte en comunicador de ideas porque interpreta y transmite sentimientos.

Es también muy apreciado por los ciudadanos que los mensajes se hayan diversificado por canales y tipologías de contenidos -como videos, emisiones en directo, lo mismo en la radio que en la TV y redes sociales, agradecimientos constantes al personal médico, de protección civil y demás colaboradores, incluido a empresas- e incluso transmitir mensajes y respuestas a preguntas online apersonas y organizaciones.

El liderazgo político también quedó de manifiesto. El caso de Alemania es ejemplar. Angela Merkel hizo referencia al orgullo del país, apeló a la épica de los alemanes, a la necesidad de remar juntos para salir de la crisis que describió con crudeza “nos enfrentamos al momento más complicado desde la Segunda Guerra Mundial”.

Ha sido también importante que los dirigentes asuman su papel de líderes y gestionen expectativas.Que le hablen a la población de lo que vendrá una vez concluida la pandemia. Ante la incertidumbre de la economía y el temor que genera en los ciudadanos estos requieren que el líder les hable con franqueza, que genere confianza, con palabras que la gente pueda entender, aun cuando los datos pudieran cambiar.

Dicen que toda crisis puede ser vista como una gran oportunidad de mejorar lo que está mal. Si un gobierno había fallado respecto a la expectativa inicial, porque el ejercicio del poder lo había desgastado, el buen manejo de la crisis ofrecía una gran oportunidad de impactar en forma positiva al ciudadano. El buen uso del liderazgo permitió que presidentes municipales y gobernadores -cuando han sabido manejar atinadamente el combate al COVID-19- se vieran recompensados con una mayor aprobación de sus gobernados. Por otro lado, hubo quienes, ante la crisis, respondieron con miedo y pretendieron guardar silencio; no lograron transmitir mensajes y desde luego esto también impactará en la percepción ciudadana.

Y, por cierto, amigo lector, ¿qué percepción tiene usted de su presidente municipal o de sus diputados?, ¿Le ha gustado como han intervenido en favor de su comunidad? Hasta el momento mi pretensión fue dar algunos elementos de las respuestas de los gobiernos frente a la contingencia.Finalmente, sólo constituyen elementos para valorar qué ha hecho un gobierno por los ciudadanos.

La era de la post-información

Con cierta regularidad se publica el ranking de los medios masivos tradicionales como la televisión, la radio o los periódicos. Por su lado, cada medio suele tener alguna encuestadora para, casi simultáneamente, tratar de explicar que han crecido, que siguen teniendo un impacto importante enla difusión de noticias y en la formación de la opinión pública. Lo cierto es que estos medios están sufriendo una transformación que está resultando realmente drástica.

Por citar algunos ejemplos, la empresa Comscore (dedicada al estudio de las audiencias de marketing), en su publicación de mayo pasado, sitúa entre otros, al grupo Televisa con cerca de 30millones de visitantes en su sitio web, al grupo Milenio con 22 millones y a El Universal con 21millones. Estas cifras no incluyen la web de Google, Facebook o Microsoft. Estos medios se caracterizan por su capacidad para migrar de la emisión de información genérica -para todo el público sin distinción- a la distribución de información para cada uno de sus variados públicos, cada vez más variados. De esta forma, han sido capaces de mantener su prestigio.

Internet ha cambiado radicalmente la transmisión de información. Su presencia convirtió a los emisores de datos (de todo tipo) en fuentes interesantes de comunicación bi-direccional y los medios que no supieron adaptarse a la modernidad perdieron suscriptores y lectores en general. La población más joven, por ejemplo, difícilmente se acerca a los periódicos impresos. Vale la pena preguntarnos

¿cuándo fue la última ocasión que leímos un periódico impreso de principio a fin? Sin duda, los medios que no se adaptaron corren el riesgo de volverse francamente obsoletos.

La transmisión digital de la información le ha dado nueva vida. Supera cualquier restricción de ubicación geográfica y de emisión. Todos podemos publicar, exponer nuestras opiniones sobre las publicaciones de otros y compartir toda la información que encontremos en la red. Donde quiera que estemos, en cualquier momento, la publicación que hemos manifestado que nos gusta, nos llegará.Por supuesto, publicidad incluida, de acuerdo con nuestro interés comercial, debidamente registrado por nuestra actividad en Internet.

El fenómeno de individualización de la información -sumado a nuestro interés (necesidad) de mantenernos informados- genera el riesgo de la infoxicación. Lo que nos interesa está llegando a nosotros, sin buscarlo. La información se discrimina a sí misma. A esta situación Negroponte la ha denominado “era de la post-información”.

Hoy los medios masivos tienen un ultimátum: adaptarse a la era de la post-información o morir.Mientras tanto, los usuarios debemos reflexionar sobre un problema mayor: el like le está ganando la batalla al think. Corremos el riesgo de evadir la reflexión sobre la información que recibimos y guiarnos más por algún iluminado que –aprovechándose del conocimiento que tiene de nuestras preferencias- manipule nuestros sentimientos para imponer su marca comercial… o su tendencia política.

Finalmente, en esta era de la post-información y la individualización que genera Internet estamos entrando en la política del “clic”, es decir, cada medio de comunicación digital está compitiendo por obtener más “clic” para sus publicaciones. Lo más sorprendente de todo es que, según AntoniGutiérrez-Rubí en su libro “Gestionar las emociones políticas”, un sitio web cuenta con 4 segundos para atraer la atención de una persona hacia un artículo.

Humanismo tecnológico

Hace unos días, navegando por Internet, me topé con un tema que me parece apasionante, pero poco revisado y discutido en nuestro país. Me refiero al humanismo tecnológico. Según la estadística digital en el reporte que hace We Are Social, en México existen actualmente 114.3 millones de usuarios de telefonía móvil, el 89% de la población total; 89 millones de personas son usuarios deInternet y una cantidad similar son usuarios activos de redes sociales. Por si fuera poco, en México, un usuario destina 8 horas y 21 minutos, diariamente, para navegar en la red y los sitios más visitados son Google, Facebook y YouTube.

Con el uso masivo de las tecnologías de la información y la comunicación estamos atrapados en el hecho de que algoritmos biométricos interpretan nuestros sentimientos y aprenden de nuestras emociones y están sustituyendo nuestra capacidad de decisión. Imaginemos un ejemplo… si cada vez que vemos una película en Netflix pudieran colocarnos un sensor biométrico para que, a través de nuestro pulso y de nuestras ondas electromagnéticas cerebrales, descubrieran qué escenas y qué tipo de emoción nos causa, serían capaces de producir películas casi acordes con los sentimientos que nosotros quisiéramos tener en ese momento.

Esta capacidad de analizar nuestras preferencias y registrar nuestros intereses empieza a suceder cuando en una red social expresamos nuestro sentimiento con algún Emoji o un like a una publicación o comentario. El machine learning genera un algoritmo que se adecua a cada persona y establece un perfil.

Cabe reflexionar si los datos que recaba el algoritmo -que por cierto tiene un gran poder de persuasión, para la compra de productos o con fines políticos, por ejemplo- tienen un dueño y, en todo caso, ¿quién es el dueño de esa información? Tal vez el usuario, sin proponérselo ha proporcionado sus datos, pero nunca ha advertido que cuando acepta las cookies, en cualquier página, está también dando su autorización para que sean explotados por diversas marcas comerciales que lucran con ellos para vender publicidad.

Es entonces cuando las grandes corporaciones que poseen nuestra información, incrementan su poder de persuasión también en el ámbito social y político, porque la utilizan para neutralizar la decisión natural del ciudadano y lo inclinan hacia las decisiones que les conviene que tomen. Una corporación que ha recabado los datos e información de los electores, los puede manipular a favor o en contra de un candidato, un partido político o un tema público, dependiendo de los recursos del que paga.

José María Lassalle nos advierte de la amenaza que representa para las democracias liberales occidentales la deshumanización de la vida democrática. Esta es la razón principal por la que es necesario abrir el debate público sobre la libertad y la equidad en torno a la protección jurídica que todo ser humano debe tener para respetar su dignidad frente a las vulnerabilidades a las que se expone en un espacio digital que, hasta el momento, se ha desarrollado sin reglas ni derechos.

La pregunta es ¿hasta dónde la revolución tecnológica que estamos viviendo puede utilizar los datos recabados para manipular y restringir la libertad de pensar y de elegir de cada ser humano? Así pues, el humanismo tecnológico debe impulsar un pacto de equidad entre las personas y la técnica. Me refiero a un humanismo que refuerce el sentido ético como herramienta educativa que respete la capacidad creativa de la humanidad para dar sentido al uso de las máquinas.

Sin duda, es imperante digitalizar a Protágoras y proclamar, en el ciberespacio, que el ser humano es la medida de todas las cosas y, por qué no, también digitalizar a Kant y defender que la persona es, tecnológicamente, un fin en sí mismo.

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